lunes, octubre 20, 2014

#4 – El casi lanzaso

Hace un tiempo decidí dejar de usar el metro para volverme a la casa. Si bien me demoro menos, el viaje en micro se me hace harto menos desagradable. Aunque sea mucho más largo. Y es HARTO más largo. Pero aprendí a disfrutarlo, es el momento del día en el que de verdad no pienso en absolutamente nada más que no sea la música que voy escuchando y/o cualquier hueá irrelevante que pase por mi cabeza. Además siempre me voy sentada, no hace ni frío ni calor, es como casi perfecto.

Nunca me había pasado nada desagradable en la micro (fuera de la hueá que les conté del viejo guatón raro que abrió la ventana y bla bla bla) hasta hoy.

Había tenido un día bacán hoy. Onda esos días en los que todo sale relativamente bien. Goic me regaló un dulcecito por hacer una pregunta inteligente (milagro) y fue maravilloso porque no había almorzado. Después me junté con mi hermana y me había comprado un alfajor. Después en la U estaban vendiendo choripanes –tengo una pequeña gran fascinación por los choripanes– a 500 pesos. Era todo un food porn fest para el pequeño pig que es la Dani.

Además tocó Quilapayún y me pegué un descanso maravilloso haciendo hora para acompañar a un amigo junto a Netflix y Orphan Black –que obvio que me encantó– en la biblio UDP.


Sidenote: Mañana en la UDP van a dar Antichrist de Lars Von Trier. 7 PM. Auditorio del piso -1. Vayan. A deprimirse.


Y después como a las 9:30 me fui caminando hacia la micro, como todos los Lunes. La hueá pasó AL TIRO. Onda puse una pata en el paradero y la micro venía llegando. Y pensé "este día es perfecto :)" (no lo era).

En general vivo más o menos despreocupada, me vuelvo en micro a cualquier hora de cualquier lugar, y en general no tengo miedo a andar en la calle. Siempre he pensado que la gente que más susto tiene es la que le pasan las hueás. Yo vivo tranquilín.

Y estaba en mi tranquilidá en la micro, y de repente se subió un hueón a vender parches curita. Y al hueón se le cayó una tira al lado de donde estaba yo así que me agaché y se la pasé, obvio, y me dio las gracias. Estaba escuchando música al máximo (siempre) (seré sorda algún día, lo sé) y pegá al whatsapp con mis amigas, hablando de estrategias para ganar más puntos en un juego de mierda que me tiene viciá como hace un millón de meses (Cookie Run), temas importantes para la sociedá.

Y, de repente...

Este hueón de mierda al que le había recogido las cagás de parches curita va y me agarra el celular y tironea. Tengo fuerza NULA en las manos –onda al punto de tener que pedirle a gente x en la calle que me abra las botellas de jugo/bebida– pero POR SUERTE reaccionaron. Me sentí «ágil e intrépida como un guarén de acequia» (te amo, Pepi). Agarré el celular con toda la fuerza del mundo y el hueón se bajó corriendo. Andaba con otras dos personas más que se bajaron, la mina quedó atascada en la puerta de la micro, con la mitad del cuerpo adentro y la otra afuera.

La gente que estaba cerca mío me empezó a decir "AY, yo sabía que ese niño te iba a hacer algo! Si te estaba mirando!" y yo como "Y POR QUÉ NO ME DIJERON?!" y el caballero dijo "Porque no hay que meterse en esas situaciones". Y filo, no entraré en detalle de lo que sentí con eso que dijo el caballero. Quizá yo habría hecho lo mismo (nada). Además que obvio que era mi culpa. Whatsapp culiao.

Y esto fue recién como en Baquedano po, onda me quedaban como mil años para llegar a la casa. Estaba como mezcla de apestadísima y cagá de miedo y agradecida al mismo tiempo. Igual me rajé.

Aprendizaje: los días perfectos no existen.

:)

Fin.


Suena: Hotel Yorba – The White Stripes

martes, octubre 07, 2014

#3 – La fascistoide asquerosa

Una vez me pegaron en la calle. Afuera de un McDonald's.

Siempre tengo peleas imaginarias con gente que hace hueás que me molestan en la calle. Como el típico viejo de terno que se saca un papel del bosillo y lo tira a la calle. O la hueona que va sentada en el asiento preferencial y no se lo da a un viejito. Cosas así. Ahí me imagino la putiá con lujo de detalle. Y en mi imaginación siempre pierdo la pelea. Así de loser.

Hoy tuve una de aquellas.


La pelea (no tan) imaginaria

Salí a la hora del carajo –21:15– hacia mi casa y tomé mi fiel (mentira) micro. Iba tranquilita escuchando mi música en la mega paz interior que me produce viajar en micro de noche (en serio), cuando de repente un viejo feo pelao tonto malo poto caca pichí se sienta en el asiento de al frente mío, en el asiento del pasillo, al lado de una señora que iba la ventana. En ese momento este viejo feo pelao tonto malo poto caca pichí pasó por arriba de la señora con cero prudencia, y abrió la ventana entera. La ventana daba directo a mi cara. Yo no quería ese aire en mi cara.

Pensé decirle algo, pero después me acordé que, si en mi imaginación siempre pierdo todas las peleas verbales, en mi vida real probablemente perdería también. Así que decidí actuar de forma no verbal. Alargué mi bracito y cerré la ventana. El viejo feo pelao tonto malo poto caca pichí me miró. Con cara de hoyo. Lo miré. Con cara de hoyo. Sentí que gané.

Me puse a hablar por celular, triunfante. Un paradero más allá se bajó la señora que iba al lado del viejo. Mi cabecita pensó "oops". El viejo se movió al asiento de la ventana. Se da vuelta. Me mira. Me mira FIJAMENTE. Y abre la ventana ENTERA. Mucho más que la vez anterior. Yo estaba contando una historia súper intedezante por teléfono pero me quedé helada. Primero por el aire que me llegaba directo a la cara, y segundo porque este viejo seguía mirándome fijo. Sentía que con los ojos me decía "GANÉ".

Después se puso ya BIZARRO. De repente dejaba de mirarme y se empezó a sacar cosas de los bolsillos. Primero fue un lápiz, con el que estuvo jugando un buen rato. Lo tiró a la calle con mucha fuerza. Me miró. Mientras me seguía mirando, se sacó un papel del bolsillo, lo tiró a la calle. Sentía que el hueón sabía que eso es una de las hueás que más me revientan mis inexistentes pelotas. Siguió botando cosas. Me siguió mirando.

Cuento corto: me fui todo el resto del viaje con el popín a dos manos cada vez que este hueón se daba vuelta. Pensé que se iba a bajar donde me bajara yo, me pasé los medios rollos. Pero no pasó nada, obvio. Y perdí, fue mi pelea imaginaria más perdida de todas las peleas imaginarias que haya tenido en la vida. Fallé.


La pelea (no tan) de verdad

Corría el año 2007, diciembre, día #2 de la PSU. Era el día de la prueba de matemáticas e historia, era el día de la libertá. Por fin se acababa ese período horrendo que nos tenía un poco vueltos locos a todos mis cercanos. Era un día para ser feliz. Me tocaba darla al lado de mi casa, ergo, al lado del inter. Donde se armaba todo el mega mambo de pendejos queriendo celebrar –dejando la cagá– por su nueva libertad.

Me junté con mis amigos –y pololo de aquel entonces– y partimos. Chelas en mano. Se armó un grupo gigante, onda estúpidamente enorme. Éramos infinitos. Pensábamos: "busquemoh lah drogah, alguien debe vender". Y encontramos. Y tomamos. Y fumamos. Y disfrutamos. Y bailamos (no).

Pasaron las horas. Empezaron a pasarse los efectos. Se terminaron de pasar todos los efectos. Nos llegó el bajón. Sugerí McDonald's. Estábamos cerca (no tanto) y qué rico hamburguesa para el bajón, siempre ha sido mi favorito. Partimos caminando en un grupito re buena onda, mi grupo de amigos más tranqui. Todos en el mismo estado de paz y felicidad por terminar la cagá de prueba.

Llegamos al McDonald's.

[Un paréntesis: soy medio brutita. Me cuesta todo el tema de la motricidad gruesa, equilibrio, controlar mis extremidades. Siempre choco con las hueás, me tropiezo, y todo aquello. Es incontrolable.]

Llegamos al McDonald's. En realidad, al estacionamiento del McDonald's. La caminata había sido eterna, moríamos mucho de hambre. Estábamos ya en el peak de felicidad. Pero esto duró poquito. Muy poquito. Íbamos casi entrando y... de repente... motricidad gruesa Hidalgo se manda un Danielazo de proporciones. En una pérdida de equilibrio pasé a llevar el coche de una guagua con la pierna. La guagua se despertó. Chilló. La mamá se volvió loca. LOCA. Me mira. Ojos desorbitados. Acto seguido me grita:

¡HUEONAAAAAAAAAAAA!

Y paf. Cachetada. CACHETADOTA. Me llegaron a salir lágrimas. Me dejó casi girando sobre mi propio eje. Así de fuerte. Quedé ahí yo. Anonadada. Nunca me habían pegado. Menos un desconocido. Menos en plena calle. Con un McDonald's completo mirando. Humillación a la carta.

Pero eso no sería todo, señores. Mi pololo de ese entonces es todo un personaje. Los que lo conocen sabrán. Mientras a esta señora le salía su instinto de mamá leona, a mi pololo le salió un instinto medio King Kong o alguna hueá por el estilo de DEBO DEFENDER A MI MUHER. Agarra a la tipa del brazo. La mira con brutales crazy eyes. Y le empieza a decir –sin gritar–:

¿QUÉ HUEÁ TE CREÍS, FASCISTOIDE ASQUEROSA? PÍDELE PERDÓN, CONCHETUMADRE.

La tipa: obviamente ATERRADA. Aquí ya no me acuerdo mucho de lo que pasó porque estaba preocupada de sufrir por el dolor de mi cara, porque puta que dolía, y puta que me acuerdo con detalle de eso. Sólo me acuerdo que la mina tenía una cara de susto que no se la podía. Mi ec tiene cara de ser más bueno que el pan, pero ni eso tranquilizaba a la iñora. Asumo que me habrá pedido disculpas por el golpe, y se fue.

Entramos al McDonald's. Había sido un escándalo. Todo el mundo nos miraba. Pero entramos igual, dignos (no). Compramos lo nuestro –probablemente en mi caso fue un Big Mac– y nos fuimos de ahí lo más rápido posible. Comimos desesperadamente y me fui a mi casa.


La conclusión

Hoy, 7 años más tarde –csm, di la PSU hace 7 años, qué chucha mi vejez–, todos recordamos este momento con un poco de risa. Aún no puedo creer el: "fascistoide asquerosa". De todos los insultos que a mi pequeño cerebro se le podrían haber llegado a ocurrir, esa hueá no iba a salir nunca.

Un par de días más tarde me enteré que había sacado puntaje nacional en la prueba de matemáticas –tiré una al achunte, lero lero– que había sido el mismo día de la cachetada. Hasta el día de hoy no puedo llegar a entender la reacción de la señora. Creo que puede haber sido porque debo haber estado pasada a cerveza y pensó que mi torpeza era efecto del alcohol, cuando en realidad no po.


En fin. Mezcla de mi historia de hoy, en la que estuve por un segundo segura que me iban a asesinar/pegar/putear por cerrar una ventana, con la única vez que he sido golpeada. Espero que nunca les pase, ninguna de las dos. En realidad casi ninguna de las hueás que pretendo contar acá.

Buenas noches.


Suena: Velha e Louca – Mallu Magalhães.