miércoles, noviembre 19, 2014

#5 – La (Otra) Pesadilla

Hola. Long time no see. Vengo a contar una de las peores pesadillas que he tenido en la vida.

En algún momento mencioné que me iba a cambiar de casa luego. Bueno, el "luego" es en 2 semanas más –JUSTITO al medio de mis bellas semanas de exámenes–, así que llegó la hora de em ba lar.

Con el embalamiento y la embalación (ya, sí, en verdad sé que se dice embalaje pero qué fome) uno empieza a encontrar hueás. Todos me lo decían "Ay, Dani, vay a encontrar tantas hueás". Y filo, en verdad no encontré tantas, pero sí algunas choras. Dentro de las hueás choras que encontré, casi todas están dentro de cuadernos y croqueras con muchos dibujitos y escribimientos.

Uno de esos escribimientos es el relato de una pesadilla.

En el año 2011, pod ahí pod Mayo, congelé y me cambié de carrera (en realidad de especialidá) y, obviamente, fue un estrés maomeno gordo y desagradable. Mi forma de sobrellevarlo fue meterme a clases de astrología (sí, súper esotérica) porque no creía en los psicólogos y ninguna de esas cuestiones (?). El punto es que igual el estrés guatón me atacó, y con ganas, y se expresó de la forma más desagradable del universo: problemas para dormir. Principalmente tenía pesadillas, y súper –SÚPER– feas. Tan feas que después me daba miedo quedarme dormida, y me llegó el bellísimo insomnio.

Igual me duró poco, nunca fue tan horrible como para ir al doctor o taparme en fármacos (eso me terminó pasando a fines del 2012, pero es una historia para otro momento).

Hoy, mientras ordenaba, encontré dentro del cuaderno del ramo que hizo que me cambiara de carrera (Conversión y la conchadesumadre) que al final tiene escrita con mucho detalle una pesadilla que no recordaba haber tenido, pero la leí y quedé como OH, CÉ TE EME. Así que decidí ponerla acá, tal como está escrita, aunque no se entienda mucho. Enjoy:

Prueba en la U en un cuarto piso y se me queda cuaderno y lápices y todo en el primer piso por ir apurada. Hay una fila gigante de personas afuera de la prueba y ya es casi la hora y todos me putean por colarme. La U es en realidad en el colegio y mis compañeros también.

Me vuelvo caminando a la casa, paso al McDonald’s 3 veces y casi me atropellan como 5 veces en Manuel Claro Vial que es una calle muy complicada.

Me da un infarto y me muero. Escena siguiente: me despierto en el ataúd cuando va en la “procesión” en el auto y queda la cagá (es ataúd de vidrio y no pasa piola).

Vuelvo a mi casa, están todos mis primos “celebrando” que estoy en realidad viva pero nadie me pesca mucho, supongo que les da miedo o rechazo la situación (a quién no?).

Conversando con mis primos les reclamo que todo se llevó a cabo mal en mi muerte: estaba en ataúd en vez de ser cremada y me habían CRUCIFICADO. Miraba mis heridas en las manos, todavía con sangre.

Me siento muy débil y muy lenta, probablemente por la pérdida de sangre, pero siento la necesidad de mejorar. Después me doy cuenta que “quedé tontita” por “haber estado muerta” como por 48 horas y le pido permiso a mi mamá para cambiarme de carrera (todo esto todavía en mi fiesta de bienvenida) y me dice que no.

Estoy tan débil que estoy convencida que no voy a despertar si duermo y que me voy a morir muy pronto, pero tengo muchas ganas de mejorarme.

Mis primas (Cony y Nati) me cuentan que mi resurrección salió en la tele, trato de seguir la conversación pero me esquivan.

Mi nana Rosa está en la casa y camino a ella, es la única que sí me pesca, mis heridas de las manos ya están cicatrizadas (todavía en la fiesta, donde habían estado sangrando) pero me sentía peor todavía que antes. Siento mi piel de un color como gris verdoso pálido, cero fuerzas.

Le digo a mi nana que me quiero mejorar y le pido un pedazo de una torta chocolate manjar para sentirme bien y la empiezo a comer a pedazos enormes diciendo “me quiero mejorar” y de repente miro la torta y en realidad no es la torta sino los horarios de atención de Víctor Pérez y mis horarios de prueba. Miro a mi nana y me mira con pánico y se levanta para venir a mí, miro hacia abajo y mis manos están sangrando MUCHO de nuevo. Me “desmayo” y me desperté.

– Lunes 23 de Mayo, 2011, 7:50 A.M.

En mi defensa, les advertí que la hueá era rara. Me da mucha risa la parte del McDonald’s y que mi mamá no me haya dado permiso para cambiarme de carrera, y también que reclamara que habían hecho mal mi funeral jajaja tengo como un pseudo trauma estúpido con eso (?).

Hace mil años ya que no tengo pesadillas así, me imagino que tengo que haber estado pasando por un mega mal momento al interiors, que obvio que bloqueé de mi mente porque siempre bloqueo todo. Además hace poco me había enterado que mi ec estaba andando con mi mejor amigo de la infancia (sí) entonces mi ensalá mental debe haber sido jevi.

Y eso, pues. Quiero tener ganitas de escribir más seguido pero la verdad cuesta la hueaita esta de tener cosas que contar.

Un abrapetazo (abrazo apretao en lenguaje tapitas del yogurt de antaño).


Suena: I’m Shakin’ – Jack White (que viene al Lolla y yo muero de felicidá)

lunes, octubre 20, 2014

#4 – El casi lanzaso

Hace un tiempo decidí dejar de usar el metro para volverme a la casa. Si bien me demoro menos, el viaje en micro se me hace harto menos desagradable. Aunque sea mucho más largo. Y es HARTO más largo. Pero aprendí a disfrutarlo, es el momento del día en el que de verdad no pienso en absolutamente nada más que no sea la música que voy escuchando y/o cualquier hueá irrelevante que pase por mi cabeza. Además siempre me voy sentada, no hace ni frío ni calor, es como casi perfecto.

Nunca me había pasado nada desagradable en la micro (fuera de la hueá que les conté del viejo guatón raro que abrió la ventana y bla bla bla) hasta hoy.

Había tenido un día bacán hoy. Onda esos días en los que todo sale relativamente bien. Goic me regaló un dulcecito por hacer una pregunta inteligente (milagro) y fue maravilloso porque no había almorzado. Después me junté con mi hermana y me había comprado un alfajor. Después en la U estaban vendiendo choripanes –tengo una pequeña gran fascinación por los choripanes– a 500 pesos. Era todo un food porn fest para el pequeño pig que es la Dani.

Además tocó Quilapayún y me pegué un descanso maravilloso haciendo hora para acompañar a un amigo junto a Netflix y Orphan Black –que obvio que me encantó– en la biblio UDP.


Sidenote: Mañana en la UDP van a dar Antichrist de Lars Von Trier. 7 PM. Auditorio del piso -1. Vayan. A deprimirse.


Y después como a las 9:30 me fui caminando hacia la micro, como todos los Lunes. La hueá pasó AL TIRO. Onda puse una pata en el paradero y la micro venía llegando. Y pensé "este día es perfecto :)" (no lo era).

En general vivo más o menos despreocupada, me vuelvo en micro a cualquier hora de cualquier lugar, y en general no tengo miedo a andar en la calle. Siempre he pensado que la gente que más susto tiene es la que le pasan las hueás. Yo vivo tranquilín.

Y estaba en mi tranquilidá en la micro, y de repente se subió un hueón a vender parches curita. Y al hueón se le cayó una tira al lado de donde estaba yo así que me agaché y se la pasé, obvio, y me dio las gracias. Estaba escuchando música al máximo (siempre) (seré sorda algún día, lo sé) y pegá al whatsapp con mis amigas, hablando de estrategias para ganar más puntos en un juego de mierda que me tiene viciá como hace un millón de meses (Cookie Run), temas importantes para la sociedá.

Y, de repente...

Este hueón de mierda al que le había recogido las cagás de parches curita va y me agarra el celular y tironea. Tengo fuerza NULA en las manos –onda al punto de tener que pedirle a gente x en la calle que me abra las botellas de jugo/bebida– pero POR SUERTE reaccionaron. Me sentí «ágil e intrépida como un guarén de acequia» (te amo, Pepi). Agarré el celular con toda la fuerza del mundo y el hueón se bajó corriendo. Andaba con otras dos personas más que se bajaron, la mina quedó atascada en la puerta de la micro, con la mitad del cuerpo adentro y la otra afuera.

La gente que estaba cerca mío me empezó a decir "AY, yo sabía que ese niño te iba a hacer algo! Si te estaba mirando!" y yo como "Y POR QUÉ NO ME DIJERON?!" y el caballero dijo "Porque no hay que meterse en esas situaciones". Y filo, no entraré en detalle de lo que sentí con eso que dijo el caballero. Quizá yo habría hecho lo mismo (nada). Además que obvio que era mi culpa. Whatsapp culiao.

Y esto fue recién como en Baquedano po, onda me quedaban como mil años para llegar a la casa. Estaba como mezcla de apestadísima y cagá de miedo y agradecida al mismo tiempo. Igual me rajé.

Aprendizaje: los días perfectos no existen.

:)

Fin.


Suena: Hotel Yorba – The White Stripes

martes, octubre 07, 2014

#3 – La fascistoide asquerosa

Una vez me pegaron en la calle. Afuera de un McDonald's.

Siempre tengo peleas imaginarias con gente que hace hueás que me molestan en la calle. Como el típico viejo de terno que se saca un papel del bosillo y lo tira a la calle. O la hueona que va sentada en el asiento preferencial y no se lo da a un viejito. Cosas así. Ahí me imagino la putiá con lujo de detalle. Y en mi imaginación siempre pierdo la pelea. Así de loser.

Hoy tuve una de aquellas.


La pelea (no tan) imaginaria

Salí a la hora del carajo –21:15– hacia mi casa y tomé mi fiel (mentira) micro. Iba tranquilita escuchando mi música en la mega paz interior que me produce viajar en micro de noche (en serio), cuando de repente un viejo feo pelao tonto malo poto caca pichí se sienta en el asiento de al frente mío, en el asiento del pasillo, al lado de una señora que iba la ventana. En ese momento este viejo feo pelao tonto malo poto caca pichí pasó por arriba de la señora con cero prudencia, y abrió la ventana entera. La ventana daba directo a mi cara. Yo no quería ese aire en mi cara.

Pensé decirle algo, pero después me acordé que, si en mi imaginación siempre pierdo todas las peleas verbales, en mi vida real probablemente perdería también. Así que decidí actuar de forma no verbal. Alargué mi bracito y cerré la ventana. El viejo feo pelao tonto malo poto caca pichí me miró. Con cara de hoyo. Lo miré. Con cara de hoyo. Sentí que gané.

Me puse a hablar por celular, triunfante. Un paradero más allá se bajó la señora que iba al lado del viejo. Mi cabecita pensó "oops". El viejo se movió al asiento de la ventana. Se da vuelta. Me mira. Me mira FIJAMENTE. Y abre la ventana ENTERA. Mucho más que la vez anterior. Yo estaba contando una historia súper intedezante por teléfono pero me quedé helada. Primero por el aire que me llegaba directo a la cara, y segundo porque este viejo seguía mirándome fijo. Sentía que con los ojos me decía "GANÉ".

Después se puso ya BIZARRO. De repente dejaba de mirarme y se empezó a sacar cosas de los bolsillos. Primero fue un lápiz, con el que estuvo jugando un buen rato. Lo tiró a la calle con mucha fuerza. Me miró. Mientras me seguía mirando, se sacó un papel del bolsillo, lo tiró a la calle. Sentía que el hueón sabía que eso es una de las hueás que más me revientan mis inexistentes pelotas. Siguió botando cosas. Me siguió mirando.

Cuento corto: me fui todo el resto del viaje con el popín a dos manos cada vez que este hueón se daba vuelta. Pensé que se iba a bajar donde me bajara yo, me pasé los medios rollos. Pero no pasó nada, obvio. Y perdí, fue mi pelea imaginaria más perdida de todas las peleas imaginarias que haya tenido en la vida. Fallé.


La pelea (no tan) de verdad

Corría el año 2007, diciembre, día #2 de la PSU. Era el día de la prueba de matemáticas e historia, era el día de la libertá. Por fin se acababa ese período horrendo que nos tenía un poco vueltos locos a todos mis cercanos. Era un día para ser feliz. Me tocaba darla al lado de mi casa, ergo, al lado del inter. Donde se armaba todo el mega mambo de pendejos queriendo celebrar –dejando la cagá– por su nueva libertad.

Me junté con mis amigos –y pololo de aquel entonces– y partimos. Chelas en mano. Se armó un grupo gigante, onda estúpidamente enorme. Éramos infinitos. Pensábamos: "busquemoh lah drogah, alguien debe vender". Y encontramos. Y tomamos. Y fumamos. Y disfrutamos. Y bailamos (no).

Pasaron las horas. Empezaron a pasarse los efectos. Se terminaron de pasar todos los efectos. Nos llegó el bajón. Sugerí McDonald's. Estábamos cerca (no tanto) y qué rico hamburguesa para el bajón, siempre ha sido mi favorito. Partimos caminando en un grupito re buena onda, mi grupo de amigos más tranqui. Todos en el mismo estado de paz y felicidad por terminar la cagá de prueba.

Llegamos al McDonald's.

[Un paréntesis: soy medio brutita. Me cuesta todo el tema de la motricidad gruesa, equilibrio, controlar mis extremidades. Siempre choco con las hueás, me tropiezo, y todo aquello. Es incontrolable.]

Llegamos al McDonald's. En realidad, al estacionamiento del McDonald's. La caminata había sido eterna, moríamos mucho de hambre. Estábamos ya en el peak de felicidad. Pero esto duró poquito. Muy poquito. Íbamos casi entrando y... de repente... motricidad gruesa Hidalgo se manda un Danielazo de proporciones. En una pérdida de equilibrio pasé a llevar el coche de una guagua con la pierna. La guagua se despertó. Chilló. La mamá se volvió loca. LOCA. Me mira. Ojos desorbitados. Acto seguido me grita:

¡HUEONAAAAAAAAAAAA!

Y paf. Cachetada. CACHETADOTA. Me llegaron a salir lágrimas. Me dejó casi girando sobre mi propio eje. Así de fuerte. Quedé ahí yo. Anonadada. Nunca me habían pegado. Menos un desconocido. Menos en plena calle. Con un McDonald's completo mirando. Humillación a la carta.

Pero eso no sería todo, señores. Mi pololo de ese entonces es todo un personaje. Los que lo conocen sabrán. Mientras a esta señora le salía su instinto de mamá leona, a mi pololo le salió un instinto medio King Kong o alguna hueá por el estilo de DEBO DEFENDER A MI MUHER. Agarra a la tipa del brazo. La mira con brutales crazy eyes. Y le empieza a decir –sin gritar–:

¿QUÉ HUEÁ TE CREÍS, FASCISTOIDE ASQUEROSA? PÍDELE PERDÓN, CONCHETUMADRE.

La tipa: obviamente ATERRADA. Aquí ya no me acuerdo mucho de lo que pasó porque estaba preocupada de sufrir por el dolor de mi cara, porque puta que dolía, y puta que me acuerdo con detalle de eso. Sólo me acuerdo que la mina tenía una cara de susto que no se la podía. Mi ec tiene cara de ser más bueno que el pan, pero ni eso tranquilizaba a la iñora. Asumo que me habrá pedido disculpas por el golpe, y se fue.

Entramos al McDonald's. Había sido un escándalo. Todo el mundo nos miraba. Pero entramos igual, dignos (no). Compramos lo nuestro –probablemente en mi caso fue un Big Mac– y nos fuimos de ahí lo más rápido posible. Comimos desesperadamente y me fui a mi casa.


La conclusión

Hoy, 7 años más tarde –csm, di la PSU hace 7 años, qué chucha mi vejez–, todos recordamos este momento con un poco de risa. Aún no puedo creer el: "fascistoide asquerosa". De todos los insultos que a mi pequeño cerebro se le podrían haber llegado a ocurrir, esa hueá no iba a salir nunca.

Un par de días más tarde me enteré que había sacado puntaje nacional en la prueba de matemáticas –tiré una al achunte, lero lero– que había sido el mismo día de la cachetada. Hasta el día de hoy no puedo llegar a entender la reacción de la señora. Creo que puede haber sido porque debo haber estado pasada a cerveza y pensó que mi torpeza era efecto del alcohol, cuando en realidad no po.


En fin. Mezcla de mi historia de hoy, en la que estuve por un segundo segura que me iban a asesinar/pegar/putear por cerrar una ventana, con la única vez que he sido golpeada. Espero que nunca les pase, ninguna de las dos. En realidad casi ninguna de las hueás que pretendo contar acá.

Buenas noches.


Suena: Velha e Louca – Mallu Magalhães.

lunes, septiembre 29, 2014

#2 – La pesadilla

El mar casi me mató. Dos veces. Una fue traumática, la otra no tanto.


La no traumática.

La primera vez tenía 12 años, jugaba con una amiga (de esas amigas de verano con las que uno nunca vuelve a hablar) a saltar las olas en la orillita. Sin mucho riesgo. Siempre le tuve respeto al mar. Nos habíamos alejado de nuestras familias porque complejo de pre-adolescente odiemos a todo el mundo y seamos independientes, bla bla bla. De repente la resaca se puso brava, mucho más fuerte que las olas, y me empecé a alejar de la orilla sin quererlo: simplemente no tenía fuerza para nadar hacia adelante.

Y así, casi sin darme cuenta, llegué a estar muchos metros mar adentro. Veía a mi amiga del porte de una hormiguita que saltaba desesperada para todos lados. Después dejé de verla. No habían olas ya en la parte donde estaba, sólo tranquilidad. El mar se movía calmadamente, yo flotaba. Y seguía mirando. Y pensé: "OK. Aquí me morí.". Me acuerdo que lo pensé muy tranquilamente, estaba semi en paz asumiendo que estaba viviendo los últimos momentos de mi vida. No sabía cómo iba a ser, claro, porque estaba todo súper tranquilo. No me estaba ahogando, no me estaba atacando algún bicho marino (me dan mucho miedo los monstruos marinos que estoy casi 100% segura que existen), no estaba realmente muriendo.

En ese momento –que en realidad debe haber sido un eterno mini instante– alguien me agarró el brazo. Era el salvavidas, mi amiga de verano, a quien nunca volví a ver, le había ido a avisar de la situación y él me fue a buscar. De ese momento en adelante se perdió toda la calma de la lejanía donde había estado: a la vuelta a la orilla nos reventaron infinitas olas encima. No me acuerdo tanto de esta parte de la historia, sólo de haberme dado muchas vueltas en el agua y cagarme de susto en el proceso, hasta que llegamos a la orilla.

Siempre he sido de esas personas que no le dan mucho peso a las situaciones, y cuando salí, en medio segundo hice como si nada, como si nunca hubiese pasado por el "OK. Aquí me morí." de unos minutos atrás. Miré al salvavidas, le di las gracias como le daría las gracias a alguien que me recogió un papel que se me cayó al piso. Como si nada. Volví donde mi familia, no les conté nada hasta más tarde de vuelta en la casa. Mi mamá lloró, mis hermanos me retaron, yo como si nada.


La traumática.

Esta vez era más grande, tenía 15 años, vacaciones de invierno con la familia de una amiga (con quien tampoco volví a hablar después de que se fue del colegio) en Algarrobo. Mis tierras. O las tierras de mi corazón (yiaaa). Estábamos en Bahía de Rosas, Algarrobo Norte. Allá el mar es terrible, no es apto para bañarse, ni siquiera para mojar las patitas en la orilla, así de bravo. Más al norte está Mirasol, mi lugar más favorito de todos mis lugares favoritos del mundo (al menos de los que conozco hasta el momento). La playa de Mirasol sí que es terriblemente brava: olas enormes, muchas rocas. Yo sugerí que fuéramos a visitarla.

Y partimos con mi amiga a visitar la playa de Mirasol. Al final de Algarrobo Norte había un roquerío que si lograbas escalar podías cruzar al otro lado y estar en la playa de Mirasol. El problema es que yo era (soy) muy pajera y se me ocurrió que era mejor idea cruzar por abajo, cuando las olas se recogieran correr por la arena hasta llegar a la otra playa. Era un plan brillante (no).

Miramos un rato cómo 'funcionaban' las olas. Cuánto duraba la playa despejada cuando se recogían, cuánto tiempo teníamos para correr hacia el otro lado. No se veía complicado. Mi amiga cruzaría primero. Y cruzó. Y cruzó bien. Me gritaba "¡DALE, DANI!" y yo, obviamente, me empecé a cagar de miedo, en realidad siempre me dio mucho susto el mar, pero cómo iba a ser tan cobarde. Esperé a la próxima recogida de olas y empecé a correr. Pero JUSTO esa recogida de olas era anormal, venía otra ola como "por debajito" (no sé cómo explicarlo, no sé de olas, pero venía otra escondida, ese es el punto) y me chocó. Y me chocó con ganas.

Choqué contra las rocas, sentí que mis chalitas se me salían, me pegué en la cabeza, me atonté. Miedo infinito. Estaba a punto de volver a pensar "OK. Aquí sí que me morí.", pero a la mitad del pensamiento alguien me agarra el brazo (uf) y me sostiene con fuerza. Era un caballero x con su familia, estaban paseando en las rocas y justo me vieron cuando estaba a punto de correr (creo que estuvieron al lado mío todo el tiempo pero no los noté) y cacharon lo que me había pasado y, en resumen, me salvaron.

Me levantaron y salí. Esta vez no tan "como si nada", pero sin dimensionarlo mucho aún. Estaba yo moreteada entera, empapada, tiritando, sin zapatos. Cachando que me había salvado de nuevo, y por poquito. Esta vez les di las gracias con ganas, con abrazo, lo sentí mucho más que la vez anterior. Ahí apareció mi amiga, no cruzó por la playa sino que por arriba esta vez. Me agarró y me llevó de vuelta al departamento. No me acuerdo absolutamente nada del camino de vuelta.

Llegamos al departamento y le contó a su mamá. Nos retaron ENE. Su mamá nos dijo "quiero que mañana me lleven a ver el lugar para ver qué tan peligroso era y retarlas más" (probablemente no fue así lo que nos dijo, pero algo así recuerdo). Y fuimos al día siguiente. Llegamos al lugar y pasó algo medio mágico: una de mis chalitas que había perdido estaban en la punta de la roca donde estaba la familia que me había salvado. La guardé, decidí no perderla nunca. Obviamente, la perdí. Pucha.


La conclusión.

A raíz de estas bonitas experiencias que les acabo de contar, empecé a tener pesadillas en extremo recurrentes con el mar. Siguen hasta el día de hoy. Siempre sueño con marejadas, tsunamis, roqueríos. Que estoy en un auto por la calle principal de Algarrobo y se empieza a salir el mar, que las olas llegan al auto, que me voy a morir.

¿Por qué cuento esto hoy? Porque anoche se dio vuelta la tortilla: esta clásica pesadilla se convirtió en sueño. Soñé que estaba con mi familia en Algarrobo, y el mar se salía. Pero no era terrible, era como ese juego "Tsunami" de Fantasilandia. Nos poníamos por turnos en un lugar para afirmarse y disfrutábamos cuando llegaba la ola. Desperté en shock. Ahora para mi inconciente una marejada era algo entretenido. ¿GUAT DA FAC? Puedo intentar interpretarlo. Pero es una interpretación súper personal. Sólo quería contarlo, porque me tiene muy feliz.


En fin.

Wall of text nivel Dios. Parte de 'entendamos a la Dani' tiene que ver con entender mi miedo al mar. O mi ex miedo al mar. O lo que sea. El punto es que quizá las cosas están cambiando incluso a nivel inconciente. That's nice.


Suena: Better Days – Edward Sharpe & The Magnetic Zeros

domingo, septiembre 28, 2014

#1 – El porqué

Hoy, sábado 27 de Septiembre de 2014 –bueno, técnicamente ya es domingo pero no cambia el día hasta que no me duerma, así que es sábado aún–, me desperté de milagro a la hora que me tenía que despertar para llegar a mi compromiso con las Buenas Lenguas. No había puesto alarma y me había dormido 4 horas antes con una generosa (aunque no tanto) cuota de copete encima.

Y desperté.

Y desayuné.

Y me duché.

Aquí el por qué. La ducha. ¿Han cachado que en la ducha a uno se le ocurren siempre las mejores ideas? Bueno, no sé si las mejores, pero en general el mate empieza a divagar. Ahí pensé: "¿cómo chucha me desperté hoy? siempre me pasan hueás raras, debería escribirlas". Y seguí pensando. Y llegué a la ideita de crear un blog autobiográfico, anecdótico y de cero influencia, para compartir esos momentos extraños y otros no tanto.

Además siempre he creído necesario dejar anotado en algún lado qué quiero que hagan –y sobre todo lo que quiero que NO hagan– en caso de que tenga un accidente (que probablemente sería en extremo estúpido) y "deje de existir" (siempre me ha dado risa esa expresión). En todo caso me muero de paja morirme ahora sin haber hecho tanta cosa que quiero hacer en la vida. Valga la redundancia.

Y yo: Daniela Valentina Hidalgo Soto. Nací bajo el sol en Leo y la luna en Tauro en la madrugada del 22 de Agosto de 1989. Estoy estudiando, a duras penas, Ingeniería Civil Industrial en la Universidad de Chile –famoso y queridísimo Beauchef–, donde me queda aún un bello año más (si todo sale bien, así que crucemos los deditos y prendamos un par de velitas por el rendimiento académico de la dani en este semestre).

Como pensamiento inicial: estoy en un proceso de cambio heavy. Onda, no sutil. Desde cambios prácticos (se me viene un cambio de casa tan radical que será cambio de vida) a cambios súper internos que me tienen bastante feliz, aunque también con una no despreciable cuota de ansiedad.

En fin, esta es la introducción de lo que pretendo que sea este mini espacio que ocuparé de la nube. Siento que tengo tanto que contar que me va a costar dosificar, pero confío. Confiemos. Es bonito confiar.

Tocaciones.

Suena: Mr. Blue Sky – Electric Light Orchestra